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LA REALIDAD DE NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES EN ARGENTINA Y AMERICA LATINA

Sin lugar a dudas, hablar de niños, niñas y adolescentes para el periodismo exige un acto que va más allá de la lógica, la razón y el conocimiento. Implica atravesar un desafío ético entre la globalización y la complejidad social. Complejidad significa aquí, la emergencia de procesos, hechos u objetos multidimensionales, multirreferenciales, interactivos y con componentes de aleatoriedad, azar e indeterminación, que conforman en su aprehensión grados irreductibles de incertidumbre. Me refiero a la complejidad como el paradigma que sostiene hoy al mundo globalizado y que exige del sujeto una estrategia de pensamiento, a la vez reflexiva, no reductiva, polifónica y no totalitaria sino totalizante para intentar lograr el entendimiento de una situación que nos preocupa, nos ocupa, nos duele y nos llega de cerca.
En Argentina, el 70% de la población total del país menor de 18 años vive en situación de pobreza e indigencia, 9.500.000 niños y niñas son pobres y 100 niños y niñas menores de cinco años mueren por día por causa de la pobreza. En el norte Argentino de cada 100 familias 60 son pobres, en la región pampeana y el sur, esa proporción baja a 40 de cada 100, por lo cual además de una brecha social, podemos hablar de una brecha territorial. En Buenos Aires, la situación no deja de ser alarmante, con 11.460.575 de habitantes (2.776.138 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y más 8.684.437 en los 24 partidos). Y a pesar de que los indicadores evidencian una recuperación creciente de la economía, las cifras del INDEC señalan, que aun cuando ésta siga creciendo, será muy difícil revertir en el corto y mediano plazo la situación presente, en la cual el 56,4 % de los menores 18 años son pobres (7.730.708) y el 23,6% son indigentes (3.234.835). Esta realidad que golpea a toda Latinoamérica refleja una tercera generación de niños y niñas que lleva el designio de la pobreza síntoma del olvido de los últimos veinte años de políticas sociales focalizadas en la infancia.
Tal afirmación insinúa que vivimos en un mundo domesticado y desencantado.
Domesticado por políticas de corto plazo que gobiernan para un pequeño porcentaje de la población y desencantado porque como periodistas y comunicadores callamos y obedecemos, sin rebeldías ni utopías respondiendo a un intento de control mediante el cual pasamos a ser oradores de un sistema que atropella con palabras la falta de autentica gestión .
Las erráticas políticas neoliberales por las que han pasado los países democráticos han conseguido que sea América Latina el continente con mayor desigualdad social del mundo. La riqueza queda acumulada en pocas manos resultado de políticas que no solo han logrado perpetuar la pobreza sino que la han incrementado.
Niños y niñas fueron atrapados por la brecha de conflictos sostenidos por la globalización, el comportamiento demográfico, las instituciones y el transcurso del tiempo sin respuesta.
El comportamiento demográfico de los jóvenes argentinos y latinoamericanos se ha vuelto migratorio. La búsqueda de mejores oportunidades esta generando un problema que aún no se ha hecho visible a la luz de los medios, y es el de una profunda crisis del desarrollo dinámico del país. Este comportamiento conlleva un alto grado de complejidad puesto que se encuentra sesgado con respecto a la economía, a la cultura y al progreso social de la patria.
Ahora bien, nunca antes en la historia ha existido tanta evocación departe de los Estados latinoamericanos con respecto a los Derechos Humanos y a la necesidad de su cumplimiento. Sin embargo, al unísono, asistimos a una paradójica contradicción en lo relativo a los derechos económicos y sociales que muestran que hoy más que nunca, esos derechos son miserablemente negados a los hombres, mujeres, niños y niñas de América Latina y otros Continentes.
Ya hemos aprendido que el niño es sujeto de derechos y merece ser protagonista de su propia vida, del mundo circundante y de las experiencias que a su suerte, o no, le han tocado. Así lo dice la Convención Internacional de los derechos del Niño y nuestra Constitución Nacional.
Sin embargo, la realidad nos muestra otra cosa, y aún sin referirme a los trágicos problemas que trae la situación de pobreza e indigencia como analfabetizaciòn, deserción escolar, trabajo infantil rural y urbano, trafico de bebes, trata de personas, prostitucion, delincuencia, consumo de drogas, embarazos infantiles, mortalidad materno infantil etc. etc. etc... Si de esto, a veces se habla, no se dice a viva voz que la causa de este flagelo es la pobreza. Lejos de poder encontrar una solución de políticas sociales, basadas en proyectos de estado, los últimos tiempos se han forjado hacia una política unitaria sin precedentes. Significa entonces que existe una inadecuación de las medidas que toman los poderes públicos, especialmente en lo que toca a la explotación de los recursos locales. Como lo vemos en las ciudades y el campo o el Norte y Sur de nuestro país donde la brecha social provoca grandes desigualdades tanto en lo que se refiere a los servicios de salud como de educación y de planificación familiar.
Supongamos que es éste ensayo un momento de paliar la incertidumbre que nos han causado todos estos datos. Provoquemos en un acto de reflexión y análisis, lo que Edgar Morin (1) llamaría Ética Social. Ese momento en que la globalización requiere de respuestas rápidas y efectivas sin dejar de transitar libremente entre la Democracia y los Derechos humanos de la Niñez.
¿Cuál sería la respuesta que podríamos dar a la situación de la infancia en Argentina y América Latina? ¿Serían respuestas o solo interrogantes?
Entenderíamos seguramente que las razones por las que tantos niños, niñas y adolescentes no pueden satisfacer sus necesidades esenciales son complejas. Que el principio es de naturaleza política, económica, estructural y social, y que se refuerza por la ausencia de voluntad política en concretar un cambio sostenido por todas estas variables. La pobreza en nuestro país es mucho más que la falta de responsabilidad social y del egoísmo personal, es la conjunción entre el ansia de poder y la fractura de verdaderos intereses hacia políticas de estado que generen trabajo y bienestar social.
No podemos seguir siendo espectadores de una realidad que sobrepasa los límites de lo que hubiéramos podido imaginar. La infancia no es un sueño, es Hoy. Entonces escribamos cien veces durante cien días que DE ESTO NO SE HABLA, digamos cien veces durante cien segundos, que ESTO NO SE DICE.
Que el impacto de la información no este dado por la inmediatez de un acto verborragico en protagonizar la primicia, sino por la persistencia incansable de repetir la situación que viven los niñas, niños y jóvenes que habitan nuestra patria. Porque promover y sostener, un verdadero sistema democrático requiere de un tejido social participativo, inclusivo y justo en donde el periodismo crítico debiera ocupar un papel fundamental a la hora de impulsar, como prioridad en la agenda política, la situación que viven hoy los niños, niñas y adolescentes en Argentina y Latinoamérica.

Lic. Marcela Temes

Presidente de la Asociación Iberoamericana de Periodistas para la Infancia
Directora del proyecto Integración Infantil Argentina
Directora de la Agencia de comunicación y noticias Infancia Hoy
(1)
La ecología de la acción: un concepto fundamental para pensar la Responsabilidad Social noviembre 21, 2006